Si hubiera nacido en Londres o Nueva York Pedro Vigil sería hoy una estrella de la música popular como Moby, pero Gijón fue su cuna y contra el destino no se puede luchar. Se fogeó produciendo la primera maqueta de Nosoträsh y asombró a propios y extraños utilizando su apellido como reclamo en uno de sus proyectos personales tras la disolución de Penelope Trip.
Versátil instrumentista que dota a cada uno de sus composiciones de arreglos de fina orfebrería a base de cuerdas, pianos, metales y percusiones y hábil ojeador de talentos locales de los que siempre se ha rodeado, Vigil ya puso una pica en el Flandes del lounge con “Música para hacer la digestión” (Siesta 78, 1998), un trabajo que podía venir perfectamente de Italia, Brasil o Inglaterra. Era música instrumental que traía en su ADN rastros de Lalo Schifrin, Sergio Mendes, Esquivel o Burt Bacharach, por citar algunos ejemplos. Los descriptivos títulos de aquellos temas (“Reggio Calabria”, “Maûna Loa”, “Pacific Grand Orchestra o “Safari”) ya daban pistas de por donde iban los tiros.
En su segunda entrega, “Exquisita decadencia” (Siesta 138, 2001), apuntaló los logros de su debut adobándola con más aromas de ritmos exóticos y scores retros. Fiel a su querencia por la bossanova y el jazz más nocturno, aquí Vigil echó los restos con una lección de delicadeza y variedad de tonos que van de Brasil “(Chasco fiesta”, “Escola de futbol”) al lounge más cinemático (“Secret cinema”, “Yasuhiro Ozu”), pasando por la música cocktail (“Teisco del Rey”) y de amor no convencional (“Desayuno continental”).
“¿El fin de Vigil?”, tema que cerraba la última referencia del también alma mater de Edwin Moses, era una pista sobre el futuro de este provechoso proyecto o una nueva muestra del humor de Vigil? Esperemos que no. Lo único que se puede decir es que el EP “China Soul” (Siesta 188, 2004) le volvía a delatar como un fanático de la música brasileña y del lounge. Da un paso adelante en su exotismo, con música de restaurante chino de tres tenedores, el mejor soft-pop y aproximaciones a la bossa y a las bandas sonoras más clásicas.
Vigil no será profeta en su tierra pero ya tiene por todo el planeta un puñado de seguidores desde Taiwan, Mexico o Estados Unidos, que esperan una nueva ambrosía musical. Texto de Víctor Rodríguez
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